Despierto. Remoloneo y me giro: me niego a abrir los ojos. Te das cuenta y me abrazas más fuerte, besándome de esa forma que sólo tú sabes, y diciendo en una única caricia más de lo que nadie se ha atrevido a decirme jamás… y suena sincero. Recorres mi espina dorsal con las yemas de los dedos y un escalofrío bate el récord de 100 metros lisos por mi espalda. Cómo puedes tener este efecto en mi ?
Mantengo los ojos cerrados. Sonrío ; rezando a dioses y destinos que este momento no acabe. Implorando que tus expediciones por mi cuerpo no cesen. No esta mañana, no nunca. Quiero olvidar en qué tiempo vivimos, y hacer de tus brazos mi mundo. Quiero que tu piel sea mi abrigo, y que tus susurros me hagan de escudo. Déjame quedarme, aunque sólo sea por hoy. Déjame olvidar quién soy, quiénes somos y por qué estamos aquí. Déjame perderme en ti unas horas más.
Finalmente abro los ojos, te miro, y me devoras con la mirada. No sé tu nombre, y dudo que tú sepas el mío. No me importa, y a tí menos aún. Me siento cómoda a tu lado. Mientras recorro los surcos de tu pecho me tiras más cerca de ti, obligándome a mirarte a los ojos. Cada fibra de mí se sonroja y derrite en una sonrisa, me pierdo en el calor que desprendes, haciéndome pequeña y sintiéndome frágil pero protegida a tu lado. Aún sigo sin entender por qué estoy aquí, contigo, pero me da igual. Estoy aquí, contigo.
...y me abrazas. Es lo único que me importa. Es lo único que debería importar... Pero esto es únicamente la calma antes de la tormenta, y minuto a minuto, segundo a segundo, paso a paso y caricia a caricia recuerdo qué hacemos aquí, cómo hemos llegado y quién eres. Intento ignorarlo pero no puedo. Te beso más fuerte y te abrazo hasta que duele. Me pierdes.
Instante a instante, hora a hora, beso a beso y susurro a susurro recuerdo qué he hecho aquí, cómo he llegado y peor aún: recuerdo quién soy.
No comments:
Post a Comment