Mientras duermes yo te escribo. Te describo en mi mente y te recorro centímetro a centímetro, segundo a segundo, mirada a mirada, preguntándome cómo tu piel de lagarta se derrite al roce de una historia que nunca fué ni será.
Mientras duermes estudio todo tu ser, que aunque al alcance de las yemas de mis dedos, echo de menos casi tanto como a quien soy a tu lado. Tienes la fuerza de mil huracanes, pero en cada espiración cuentas historias de tiempos dañinos y tormentas que no pudiste controlar. Tormentas que se reflejan en el ritmo de tu corazón en la oscuridad, cuando el mundo duerme y la idea de un mañana es tan remota como tu idea de un sueño plácido.
Mientras duermes frunzo el ceño y paseo los dedos por tu pelo, preguntándome el por qué de tu café amargo, cuando tienes la mirada más dulce que jamás vió un amanecer. Preguntándome quién abusó tanto como para hacerte trizas que apenas se mantienen en pie, maldiciendo a todo aquel que jamás te puso una mano de más encima, y prometiéndote como iluso que soy, al susurro de tus pesadillas, que no dejaré que te dañen nunca más.
Mientras duermes no puedo evitar darme cuenta de que lo que otros empezaron yo continúo, y me odio por haberme vuelto adicto a tus labios y al sabor de tus lágrimas. Me odio por no poder exterminar tu pasado ni el mío y, centímetro a centímetro, segundo a segundo, mirada a mirada te recorro, rozando apenas tu remoloneo entre estas sábanas que nunca verán paisaje más bonito ni portarásn viajero más ambicioso que tu cuerpo.
Mientras duermes yo sueño despierto, haciéndonos cruza el cielo y tragarnos la luz de amaneceres mejores; dibujando recorridos imposibles en los que apareces de la nada y de repente, demostrando que ningún día es completo sin la curva perfecta entre comisura y comisura de tus labios. Sonrío para mí y me tumbo a tu lado, impregnándome de ese calor que nunca disimulas, y ese olor que embriaga mariposas. Me enrosco en tí y maldigo a dioses y destinos por no dejarme cuidarte, y por borrar poco a poco las huellas de tus uñas en mi espalda, transfiriéndolas a tu corazón y coraza malheridos.
Mientras duermes entiendo que no soy mejor que ningún adicto predecesor y me prometo estar siempre al alcance de tu susurro de auxilio, a pesar de no hacerlo siempre bien. Me prometo no mentirte nunca, no herirte nunca y no volver a sentirte cerca. Poco a poco me separo y tapo el tesoro que descansa en mi cama de poeta frustrado, haciendo una última promesa: ser sincero de una vez por todas y sólo esperar que no corras en dirección contraria cuando veas tanta oscuridad.
Entonces te vuelves y te frotas los ojos. Te revuelves el pelo y bostezas. Me sonríes y yo me derrito junto a mis promesas, dejando que las que me lanzan tus ojos tomen el control una vez más. Te sonrío, princesa, y me odio.
No comments:
Post a Comment