Escribe. No preguntes el qué, no
preguntes cómo. Sólo plásmate en los cuatro folios que tienes delante. Deja tu
esencia, déjate las venas. Deja tus ideas, el aliento y la piel. Escribe, pero
ante todo no pienses. Nunca pienses.
No pienses en mí, no pienses en
el tiempo que llevamos separados… mucho menos pienses en el tiempo que llevo
siguiéndote. No recuerdes, no duelas. No eches de menos mis caricias ni mis
palabras: no te lastimes. Olvida que existo, olvida que existimos alguna vez. Sobre
todo olvida que existimos ahora. Acepta que formo parte de ti. No hagas
preguntas.
Mira hacia otra parte y vacía tus
pensamientos. No te esfuerces en entenderme: lo has hecho antes y fallaste.
Fallaste como fallas todo lo demás. No intentes destruirme, ya sabes que no
puedes. No llores, no sientas. Húndete en nuestro mundo, remonta los muros y
escóndete de nuestras pesadillas. Olvídalas. Olvídame… olvídate a ti misma. Siempre
se te dio quizás demasiado bien.
Huye, corre todo lo que puedas y
no dejes nada atrás: no hagas la maleta, no añores el tiempo, no busques tu
pasado. Sigue, sigue siempre adelante, pero regresa siempre a nuestro cielo.
Sabes dónde está, aún sabes llegar… no engañas a nadie pretendiendo ser en lo
que te has convertido.
No busques aliados y acomódate en
tu cueva. No duele. Ya no… pero eso lo sabes. Conoces cada recoveco, cada
esquina, cada rincón oscuro. Conoces cada vacío de tu alma y ambos sabemos que
sin mí no sobrevivirías ahí dentro. Déjame abrazarte de nuevo esta vez. Déjame
rodearte con mi frío y conseguiremos volver a casa, quizás por última vez.
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