Era una noche cualquiera en tu calendario, y sólo una oportunidad más para ahogarse en excesos en el suyo. La encontraste perdida en una borrasca de gente, y decidiste salvarla. Sacarla a la superficie. Darle aire. Darle vida. Y así, sin daros cuenta, con un apretón de manos y un intercambio de miradas sinceras, empezasteis vuestro camino por un mundo que sólo acabaría más allá de tus ojos azules.
Tiraste de ella para luego soltarla, dejándola perderse entre palabras dulces, caricias calmantes y besos más ardientes que cualquier amanecer. Entre mentiras inestudiadas y mares de invenciones desbocadas, sólo para encontrarla revolcándose de placer al susurro de las pocas verdades que escapaban entre suspiro y suspiro tus labios.
Capa a capa desmontabas su coraza, pero rápido te diste cuenta de que volvía a su lugar tan pronto como recogía las bragas del suelo, huyendo por la puerta grande. Y sólo entonces te preguntabas qué escondía ese "Jamás te enamores de mí" que te lanzó en voz baja, rodeándolo de gritos testigos de un amor tan intenso que revolucionaría al mismísimo Cupido. Aceptaste entonces que nunca podrías entenderla como tal, comprometiéndote a seguir siempre a su lado, sin otra recompensa que hacerla sonreir y aparcar por unos instantes sus preocupaciones.
Comprendiste rápido que jamás la perderías, porque nunca fue ni sería tuya, y dedujiste que, aunque sus labios te pidieran cosas contrarias a sus ojos, y su cuerpo te suplicaba a la vez algo nuevo, ni siquiera ella sabía realmente qué quería, pidiéndolo todo por miedo a quedarse sin nada. Pidiéndote a ti que descubrieras qué necesitaba mediante investigación empírica, pero jamás revelando los resultados.
Y así, sin apenas darte cuenta, comenzaste tú la aventura que es estar a su lado, siendo a la vez quien la catapultaba a las nubes quien aún la rescata cuando se entierra junto a sus fantasmas entumbas que jamás verán flores. Sabes perfectamente que vuestra historia no tendrá final feliz, pero porque te prometiste que no tendría final ninguno. Y ella se deja, sonriendo cuando estás y sentándose en el suelo a esperar tu abrazo cuando decides liberarla.
No es perfecta. Y ella lo sabe. Juntos tampoco, y eso lo sabéis los dos. Pero - y - siempre fué +, y aunque nunca necesitaste razones para hacer nada, un argumento de vez en cuando no hace daño.
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